martes, 28 de octubre de 2014

Crítica de “Kill Bill”

Kill Bill es una película de acción y suspenso estrenada en dos partes entre 2003 y 2004, dirigida por Quentin Tarantino, siendo este su cuarto largometraje. Originalmente, se publicaría en una sola parte, pero se debió dividir debido a su duración total de 4 horas.

En la primera parte, una mujer embarazada, identificada como la Novia, es masacrada y disparada en la cabeza en el ensayo de su boda por sus antiguos camaradas del Escuadrón Asesino Víbora Letal. Luego de caer en un profundo coma por cuatro años, al despertar, se entera de que ya no tiene a su bebé nonato y comienza una inmediata venganza. A lo largo de la película, se vengará de sus primeros objetivos. En la segunda parte, luego de haber acabado con sus primeros obstáculos, hace el camino para llegar a Bill, su principal objetivo.

No sólo sus secuencias de pelea, sino toda la película en general, está influenciada por varios géneros cinematográficos clásicos, como lo son el spaghetti western italiano o el kung fu japonés. La gran variedad de estilos y técnicas de filmación muchas veces puede confundir la experiencia de ver el filme, pero la hace mucho más extravagante y lúdica.

Varios momentos de la película son recordados y siguen estando presentes en la cultura popular, como la sirena que suena cuando la Novia vuelve a ver a sus antiguos compañeros y recuerda su intento de asesinato, o la extensa escena en blanco y negro donde la protagonista se enfrenta con los 88 locos y los masacra sin piedad.


El largometraje tiene la virtud de siempre mantener entretenido al espectador con intensas escenas de acción y violencia constantes; y quedarse al borde del suspenso, debido a los múltiples riesgos que corre la protagonista, en donde constantemente se encuentra al borde de la muerte.






































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