Crítica de “Kill Bill”
Kill Bill es una película de acción y suspenso estrenada en
dos partes entre 2003 y 2004, dirigida por Quentin Tarantino, siendo este su
cuarto largometraje. Originalmente, se publicaría en una sola parte, pero se
debió dividir debido a su duración total de 4 horas.
En la primera parte, una mujer embarazada, identificada como
la Novia, es masacrada y disparada en la cabeza en el ensayo de su boda por sus
antiguos camaradas del Escuadrón Asesino Víbora Letal. Luego de caer en un
profundo coma por cuatro años, al despertar, se entera de que ya no tiene a su
bebé nonato y comienza una inmediata venganza. A lo largo de la película, se
vengará de sus primeros objetivos. En la segunda parte, luego de haber acabado
con sus primeros obstáculos, hace el camino para llegar a Bill, su principal
objetivo.
No sólo sus secuencias de pelea, sino toda la película en
general, está influenciada por varios géneros cinematográficos clásicos, como
lo son el spaghetti western italiano o el kung fu japonés. La gran variedad de
estilos y técnicas de filmación muchas veces puede confundir la experiencia de
ver el filme, pero la hace mucho más extravagante y lúdica.
Varios momentos de la película son recordados y siguen
estando presentes en la cultura popular, como la sirena que suena cuando la
Novia vuelve a ver a sus antiguos compañeros y recuerda su intento de
asesinato, o la extensa escena en blanco y negro donde la protagonista se
enfrenta con los 88 locos y los masacra sin piedad.
El largometraje tiene la virtud de siempre mantener
entretenido al espectador con intensas escenas de acción y violencia constantes;
y quedarse al borde del suspenso, debido a los múltiples riesgos que corre la
protagonista, en donde constantemente se encuentra al borde de la muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario